Praga 2007. Exhibición con varios campeones mundiales de mecanografía |
Consiste esta competición en mecanografiar durante treinta minutos un texto desconocido facilitado por la organización, a una velocidad mínima de 360 pulsaciones por minuto, con un porcentaje de errores no superior al 0,25 y con una penalización por error de cien pulsaciones.
Campeonato mundial de mecanografía, Praga, 1963 |
A Christopher Latham Sholes se le atribuye la invención de la máquina de escribir |
Alberto Tangora, un mecanógrafo excepcional |
Con la invención de la máquina de escribir, allá por el siglo XVIII, el ser humano descubrió una nueva posibilidad de competir para demostrar quién era más veloz y más perfecto. A principios del siglo XX, la celebración de numerosos certámenes nacionales e internacionales permitió que fantásticos mecanógrafos, como Alberto Tangora, Lottie Betts o Margarita B. Owen, demostraran su habilidad ante la máquina de escribir y pusieran de manifiesto que el rendimiento máximo de esta herramienta era prácticamente ilimitado.
En 1955 la Federación Internacional de Mecanografía y Taquigrafía (Intersteno) organizó en Mónaco un campeonato mundial de mecanografía en el que participó don Ángel Liébana, único representante español. Quedó clasificado en octavo lugar, con 510 pulsaciones netas por minuto. Desde ese año, y de forma ininterrumpida hasta 1975, don Ángel Liébana continuó participando en los mundiales, obteniendo el campeonato del mundo en máquina mecánica en Praga, en 1963. Varias veces campeón de España, en 1953 fijó un récord de velocidad mecanográfica con 817 pulsaciones por minuto.
A don Ángel Liébana y a su hijo, don Jaime Liébana, les debo mi participación en los campeonatos mundiales de mecanografía entre 1989 y 2003. En 1988, siendo ya, según ingenuamente creía, un experto mecanógrafo, contacté con la Federación Mecanográfica Española, a cuyo frente se encontraba don Ángel Liébana. Mi primera experiencia en la Federación fue una auténtica cura de humildad que no olvidaré jamás. Me hicieron una prueba en la que conseguí más de 400 pulsaciones por minuto y, satisfecho con ella, creí que poco me podrían enseñar. Pero mi sorpresa fue mayúscula cuando don Ángel Liébana se limitó a decirme que era un mecanógrafo con posibilidades pero muy limitado. Sin conocer previamente su currículum, simplemente pensé que se había equivocado conmigo y que me estaba infravalorando (tal era mi ignorancia y, por qué no decirlo, mi arrogancia). Ante mi sorpresa, se sentó ante la máquina de escribir y, a una velocidad increíble, me fue señalando todos mis errores: colocación de manos, digitación, independencia dactilar... Me habló de método, de técnica, de automatismo, de guía móvil en lugar de fija, de ir de la velocidad a la perfección y nunca a la inversa; en fin, me mostró el camino, me invitó a seguirlo, y mi único mérito fue recorrerlo.
D. Ángel Liébana, campeón mundial de mecanografía |
Las pruebas del certamen tuvieron lugar en una sala enorme, maravillosa, donde más de doscientos mecanógrafos solo buscábamos un objetivo: ser los más rápidos y perfectos. La expectación era mayúscula. Antes de comenzar, en los minutos de calentamiento, el público asistente nos rodeaba y, respetando nuestra concentración, observaba nuestros movimientos mientras el repiqueteo de las máquinas iba en aumento. A una señal del tribunal el público ocupó las gradas y entonces se hizo el silencio más absoluto. En ese momento tomé conciencia de a qué me iba a enfrentar: nervios, tensión, concentración, técnica y, por encima de todo, demostrar que mi preparación había sido adecuada.
Tras unos minutos eternos, el presidente del Tribunal, para dar comienzo a la prueba, hizo sonar su silbato y el estruendo en la sala fue mayúsculo. Tras media hora de tensión absoluta, por fin el presidente dio por finalizada la prueba y los espectadores prorrumpieron en un aplauso más atronador incluso que el ruido ocasionado por las máquinas de escribir. Mis sensaciones fueron buenas, aunque fui consciente de que aún tenía un largo camino por recorrer y muchas experiencias que acumular.
Campeonato mundial de Roma, 2003 |
Ya retirado de la competición, solo puedo afirmar que la experiencia ha sido maravillosa. Empecé compitiendo con máquinas mecánicas (concretamente con una Underwood fabricada en los años cuarenta); posteriormente pasé a una máquina electrónica IBM; y finalmente competí con ordenador.
Logotipo de Intersteno |
La preparación, como es lógico suponer, implica una entrega absoluta. Aunque en otra entrada me referiré concretamente a este concepto, puedo anticipar que seis meses antes de la prueba dedicaba entre cuatro y seis horas diarias a la práctica mecanográfica y al estudio de los errores, con ejercicios específicos que potenciaban tanto la velocidad como la perfección. Asimismo, dediqué mucho tiempo a cómo enfrentarme a un estado de tensión absoluta sin que por ello disminuyera mi rendimiento, factor que a muchos competidores les hizo obtener resultados muy por debajo de sus posibilidades.
Como resumen puedo afirmar que la mecanografía es una gran desconocida en España y que el rendimiento que hoy se obtiene de un teclado de ordenador (como ya expuse en otra entrada, mecanografía y ordenador son perfectamente compatibles) es muy limitado. La concentración, la tensión, la adrenalina por todo tu cuerpo, el nerviosismo, la responsabilidad de representar a tu país y las ganas de demostrar que tu entrenamiento ha merecido la pena son una constante en toda competición internacional, pero puedo asegurar que en los certámenes mecanográficos estas situaciones se viven muy, muy intensamente.
Como expuse al principio, el próximo domingo día 13 se celebrará una nueva competición mundial y España, lamentablemente, no tendrá representación. No obstante, quiero expresar mi más sincero reconocimiento por la valentía que demuestran todos aquellos que se atreven a competir en una disciplina tan difícil como esta y cuya preparación exige tan duro entrenamiento.